martes, 1 de abril de 2008

"UNA NOTA EN MEDIO DEL SILENCIO" Entrevista a José Raúl García


Por Julio Fowler

Posiblemente, de todos los trovadores cubanos, quien más se acerca al arquetipo de juglar medieval, como un ser versátil en su oficio y lúdico en su espíritu, ese es José Raúl García. En él convergen como en pocos, canción y narración oral, música y literatura, el trovador y el narrador al que sólo le basta un mínimo espacio para hacer surgir la maravilla.

Sus performances son un verdadero festín en el que se dan cita el virtuosismo guitarrístico, la sabiduría, el humor, el ingenio y la ternura. Cómo pocos, él sabe cómo crear la magia en el escenario y escucharle bien puede ser la mejor de las terapias. Pocos sabrán de este artista que gusta de los viajes, del tarot, de Atahualpa, de Facundo Cabral, Jimi Hendrix y Beatles, del teatro, del té y las descargas en su casa a la que asistían frecuentemente Pedro Luis Ferrer, Donato y Roberto Poveda, Adrián Morales, Lázaro A. Cabrales, Amaury Gutierrez entre otros trovadores de la época. Pocos sabrán de este criollo afable y dicharachero, virtuoso cultor de la guitarra, hasta que la canción “Madre” les revuelva la memoria (sobre todo a los que deben andar por los 40 y algo) y entonces emerjan de repente los versos de aquella bellísima y melancólica melodía “Madre, por qué mi verso te parece raro” que triunfó en una de las ediciones del concurso Guzmán (Premio Nacional de la Canción Cubana*) en la voz de Donato Poveda; o tal vez, algunos nostálgicos le recuerden por aquella peña del Museo de Artes Decorativas de la Habana, donde solían reunirse y compartir actores, narradores, poetas, artistas plásticos y trovadores para pasar una de esas fascinantes y milagrosas noches que nos regaló la Habana bohemia y vaporosa de entonces.

Con todo y esto, José Raúl sigue siendo uno de los grandes trovadores desconocidos de la isla, sigue siendo uno de los “topos”, de los que la memoria apenas reconoce aquella íntima canción, uno de los grandes ausentes de su paisaje sonoro y de los que hace más de una década emigró a España. En la actualidad, José Raúl acaba de terminar un proyecto de libro-disco que incluye una serie de mini cuentos; más sus últimas canciones, una producción independiente que ha titulado La luna, la hoguera y yo que, entre propuestas de sones y guarachas, también nos presenta su peculiar alter ego “Compay Gallo”.
***
En mi opinión, tu canción “Madre" es una de las cinco canciones más hermosas y relevantes que parió aquella ola de nueva trova que en los 80 se estaba dando a conocer a través del popular concurso Adolfo Guzmán. Había un aliento más intimista y lírico que épico manifiesto en canciones como “Paria” de Alberto Tosca, “Para Bárbara” de Santiago Feliú, también en canciones que no concursaron como “Campana de cristal” de Donato Poveda o “Señor ternura” de Lázaro A. Cabrales.

¿Cómo recuerdas aquellos años? ¿Crees que existía alguna diferencia notable entre los fundadores del movimiento y Uds?


- Mi visión de aquella época en la que comencé a finales de los 70, en que “La Era” no tenía que morirse de dolor para parir un corazón, y quizás queriendo romper con aquella definición que identificaba y encasillaba al movimiento de la nueva trova de entonces como “canción protesta”; algunos, nos dimos a la tarea de hacer “volar” nuestra parte más tierna tanto en armonías escapadas de los trilladísimos acordes naturales de la guitarra de entonces, como en los textos, con una propuesta más lírica, incluso poco o nada coloquial. Creo que coincidíamos en no querer parecernos a los primeros exponentes del movimiento tratando de negarlos dialécticamente, justo por respeto a su trabajo.

Durante los 80 se socializó con bastante éxito por toda la isla un acontecimiento cultural que se conoció como Peñas. Desde las más oficiales y representativas como las del grupo Moncada (en la escalinata de la Universidad), pasando por las peñas del Almendares, el Teatro Nacional y Teatro Estudio, hasta las más ocultas como las de la Casa de Cultura de 13 y 8 o la de Gema y Pavel en el lobby del cine Yara. Las peñas irrumpieron como una especie de templos consagrados al encuentro entre trovadores y trovadictos. En aquel frenesí de peñas es que surge también la del Museo de Artes decorativas. Teniendo en cuenta que viviste aquel delirio y que fuiste de hecho uno de los fundadores de la peña del museo, me gustaría me hablaras un poco sobre aquel fenómeno cultural, a qué crees que se debió su efervescencia y su gradual desaparición. Háblame también de la que realizaste junto a Leonardo Eiriz y Adrián Morales y del impacto social que tuvo.

- Creo que hay un fenómeno creativo musical en todas las épocas que oscila más o menos en dos etapas: Una en la que hay más músicos que música, en ella destacan instrumentistas de todas las tendencias e instrumentos, y otra etapa en la que hay más música que músicos, donde predominan las obras como tal, donde la composición sobrepasa incluso a sus propios creadores y creo que en los 80 pasó esto último. Los trovadores componían a diario y la sed de mostrar su trabajo no se satisfacía cantando un par de canciones en un espectáculo colectivo. Aquí en España se habla mucho de “la movida de los 80” y esto me hace pensar que quizás aquella etapa de fertilidad creativa fue común en varias latitudes.

La peña del museo de Artes Decorativas del Vedado conocida como la peña de los lunes o peña del cuento y que resultó un surtidor de canciones, cuentos, plástica con afán de espectáculo orgánico más que menos conseguido cada semana, comenzó un lunes de marzo de 1986. Tras concertar aquella extraña cita con el museo y pidiéndole que no le hicieran propaganda, emprendimos un trabajo experimental con la oralidad y la regla inicial fue que tenía que conocerse de boca en boca. Nos aparecimos aquella noche y por allí paso una señora mayor con su sobrina pequeña. Nos preguntó lo que se iba a hacer allí y si se haría finalmente, pues no había nadie más; le contestamos que nosotros partíamos del principio de que una persona es público y acto seguido hicimos todo un espectáculo para ellas.

Al cuarto lunes habían 60 personas y en pocas semanas más, el público no bajó de 150 a 200 personas en aquel espacio al aire libre donde se podía oír volar una mosca mientras cantábamos, contábamos nuestras propios cuentos y presentábamos invitados, algunos más o menos fijos como el entrañable “Chaca” o Eduardo del Llano con sus “Nos y otros”.

Los fundadores fuimos el escritor, dramaturgo y narrador oral, Leonardo Eiriz, la actriz Ana Rojas, el actor y actual director de teatro Leopoldo Morales y yo. Al poco tiempo se sumó el pintor y trovador Adrián Morales.

Aún hoy en día me encuentro algún que otro trovador que me confiesa que comenzó a componer influido por mi trabajo o formaron dúo de vernos a Adrián y a mí en la peña, o a contar como Leonardo.

Tres años después el museo cerró aquel espacio y cada lunes se llenaba de gente como haciendo una protesta silenciosa ante sus puertas.

En tu nuevo proyecto advierto por un lado un cambio de registro musical si lo comparamos con tu primera proyección y por otro, una preocupación evidente, una búsqueda o recreación de la cuestión identitaria. En la cancion Caríbero dices: Yo soy esa mezcla rara / de queso y pan con guayaba / gazpacho por bulerías / sardana y escalibada / de Habana con Barcelona / de América con España / soy esa mezcla sabrosona / soy vino y soy ron de caña… Entre “Compay Gallo” y Caríbero ¿que ha ocurrido para que surjan estas tentativas de querer redefinirte?

- Nadie permanece impermeable al espacio que ocupa y la vida que vive. Tenemos también la costumbre de querer interesar a los demás con lo que creemos de nosotros mismos y hasta nos presentamos con una previa autovaloración y aún más en Cuba, con aquella exigencia tácita de autodefinición.

Después de vivir en España desde 1993 hasta la fecha ¿crees que puedo decir que soy 100% cubano cuando el cubano históricamente se ha formado sin prejuicios inmerso en un continuo mestizaje cultural dentro y fuera de la isla? Vivir lejos de Cuba me ha acercado a ella de otra manera. Sé mucho más de música cubana que antes.

El trovador es un cronista de lo que le rodea y en ese espacio está uno mismo cada vez con más edad, experiencias, más muros derribados, más tolerante y nuevos qué y cómo decir entre otras muchas cosas, también lo que uno cree, quiere o es hoy.

Evidentemente en Barcelona te has encontrado un contexto cultural nuevo y bastante singular, por lo tanto, un receptor distinto para tu obra y tus mensajes ¿como has hecho para que tu discurso y tu proyección artística puedan ser asimilados en esta nueva circunstancia?

- Esto es lo que menos me ha costado pues hace muchos años que me propuse que el mensaje de mi obra fuera más universal que local aún cuando reflejara una vivencia o una realidad cubana. Hay artistas cubanos con mucho talento que hacen su obra sólo para cubanos y esto los limita, y a más de uno, en privado y con mucho respeto les he aconsejado que se dirijan a mucha más gente.

¿Crees que Compay Gallo puede interpretarse como una concesión a los estereotipos que demanda el mercado o se trata simplemente de una estrategia comunicativa?

- Creo que un poco de las dos cosas. Este ha sido fundamentalmente un seudónimo de tresero. El tres me lo tomé en serio en mi primera etapa en España y me estudié a los mejores exponentes cubanos para afrontar con cierta dignidad mi incursión por grupos bailables. Comencé tocando sólo el tres y haciendo coros, hasta que logré cantar y tocarlo a la vez. Quise sobre todo, diferenciar al trovador del tresero con este alias, para enfrentar este género musical que en su espíritu siempre nos guiña un ojo, exagera, nos provoca y convierte en broma nuestra suerte.

He disfrutado mucho tocándolo, he colaborado en grabaciones de otros artistas como Lucrecia, Adrián Morales, grupo Tierras, Omar Sosa. He grabado unas demos para uno de los libros más importantes de música cubana escrito por el gran maestro de percusión Enildo Rasúa y he recorrido Europa y España cantando y tocando el tres para la prestigiosa compañía de danza contemporánea: Gelabert-Azzopardi.

Tus cuentos a veces son como proverbios orientales, aforismos que ocultan un significado directo y sencillo pero que obligan a una decodificación minuciosa de su contenido para comprender sus claves más íntimas y cautivadoras, yo les digo cuentos relámpagos por ese flashazo súbito que provocan. ¿Qué te motiva más al escribirlos, la posibilidad de su lectura o el hecho de ser contados en tus conciertos?

- Como bien tu sabes “cuento chiquito infierno grande”. El minicuento tiene esa fascinación tanto al leerlo como al escucharlo pero disfruto mucho crearlos para contarlos en mis conciertos y el público los agradece especialmente.

Con este género se corre el riesgo de pasar por encima de muchas de las lecturas que provoca tras su compacta síntesis y su cierre tan cercano al inicio. Pero siempre te llevarás de él algún tesoro.

También el cuento escrito me ha traído satisfacciones. Uno de estos minicuentos ha sido galardonado con una mención especial en el concurso internacional “El Dinosaurio” 2006, de La Habana; pues a pesar de ser contemplado por el jurado para el gran premio no se me podía otorgar por residir fuera de la isla, aún así ha sido un estímulo para mí.

Sabes que hay un debate en torno a la definición de los últimos flujos migratorios en Cuba, un debate que oscila -según conviene ideológicamente- entre la inmigración económica y el exilio político. Cómo valoras tu salida de la isla, ¿te consideras un inmigrante, un exiliado?

- Yo me considero un habitante de este planeta, que no se puede mover fuera de él pero dentro sí. Hay que recordar que las fronteras no las ha puesto nunca ningún pueblo, la mayoría las ha puesto “el poder” y unas pocas la naturaleza. Yo sé que pertenezco al oxígeno y me moveré hacia donde lo pueda respirar y me tiene sin cuidado el que dice a los demás “tú, te puedes mover hasta aquí” o “si pasas esta rayita allá tú…” y mi máxima preferida es la de Martí: “yo vengo de todas partes y hacia todas partes voy…” Bueno todos la conocemos aunque la practiquemos unos pocos.
Otra valoración es el tiempo. En Cuba se pierde mucho tiempo en esfuerzos que no sirven de nada. Creo que al margen de cualquier consideración político social, sólo en nombre del tiempo que se pierde allí se puede valorar radicarse en otro sitio. Yo quiero perder el tiempo lo mejor posible.

¿Cómo valoras estos años de diáspora, qué le han aportado a tu vida?

- Creo que el saldo ha sido positivo. Ha habido momentos muy duros que se compensan con lo que de ellos he aprendido. No recuerdo algo de lo que me pueda arrepentir. Ha habido amigos que me han ayudado. He podido organizar mi vida sin condicionamientos externos hasta alcanzar una gran estabilidad. He recorrido pueblos interesantes conocido gente curiosa. En resumen tengo la tranquilidad que necesito, acceso a la información que me interesa, buenos instrumentos para trabajar y tiempo. ¡Eso es mucho!

¿Cómo ves y sientes la situación actual de la isla desde la distancia?

- Me apena la realidad de Cuba no sólo por el tiempo perdido, los sueños rotos y los discursos vacíos, sino, por la mentalidad con la que contamos para asumir los cambios cuando vengan.

Nos hemos criado en la certeza de que al que no piensa como nosotros no sólo no vale la pena escucharle, sino, que está equivocado, no merece respeto y para colmo, tenemos que “salirle al paso” y hacerle callar; aún cuando éste sea un padre, un hermano o un amigo. Esto está ya en la idiosincrasia de nuestro pueblo.

Sólo tienes que ver a dos cubanos debatir sobre cualquier tema y ambos asumen la misma actitud. Entonces no depende ya de que haya éste o aquél gobernante tras el cacareado “después”. Tenemos que entender que la política sólo sirve a los que viven de ella, a los demás, el común de los mortales, como tú y yo, sólo nos lleva a enemistarnos aún cuando tengamos valores culturales y morales similares, aún cuando lleváramos la misma sangre.

¿Cómo vamos a afrontar un cambio hacia una sociedad plural sin una idea mínima de lo que es el respeto a las opiniones de los demás? ¿cómo no entender que quién debate sobre un tema con nosotros, en el supuesto que esté equivocado tiene derecho a ello?

Somos un pueblo al que un gobernante, autoritario e injusto, nos puede vencer porque estamos lo suficientemente divididos; no porque no pensemos lo mismo, sino, porque no somos capaces de pensar juntos. Seguimos viendo el carisma de un dirigente como sinónimo de virtud, dando cabida a populistas de la peor especie.

Por otra parte, te imaginas con los niveles de delincuencia que hay en estos momentos en Cuba, que nos importen el “american way of life” y los cubanos adoptemos la imagen y semejanza del norteamericano medio que se divide en “cabeza, tronco, extremidades y pistola…”

Son muchas las interrogantes y la mayoría se me queda en eso: interrogantes.

De todos modos quiero ser optimista y me gustaría estar equivocado, y si alguien lee esta entrevista y piensa que lo estoy, le recuerdo que gozo de ese derecho.

¿Algo más?

- Quiero ante todo agradecer tus generosas palabras de presentación, tu amistad que me honra y tu interés por una entrevista, que me complace por el hecho que va de artista a artista (nadie puede entender mejor a un artista que otro) intentando rescatar una nota en medio del silencio.

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